La Isla
Silvana Gonzalez Vasquez
Conozco en qué año ha nacido.
Culminó el invierno cuando se desplegaron sus capas;
tres chincoles cayeron al piso
durante la caída sus pesos acallaron la tristeza del recién nacido.
Primera imagen de aves inertes
sacudida entre las manos de niña.
Todo lo que toca se destruye
descienden hasta las malezas.
Lo amargo se deshace, enverdece
con barro cicatriza la herida del ladrillo.
Desarma las arañas esqueleto
enterradas en el fondo de la piedra
allí raspa de la tierra los insectos
Mira las escenas
trozadas
para poner la saliva en el canto.
La maldición apresada entre dos raíces
regar la taza de un árbol ahogando caracoles.
Arriba en la espuma los arañazos se confinan
todo lo que toca se deshace: Una grieta
no supura sin antes ser vista.
Mencionaron la posibilidad de perforar
de a poco
con un taladro
agujeros entre sus paletas secas
para verter un poco
de ácido muriático dentro,
resecarla más
extinguirla desde el núcleo
para que arroje
sus últimos brazos grises
los cierre como un abanico
hacia dentro
se hundan los casquillos
se pliegue, se arrugue
deje de crecer.
Dentro de la tierra
hay varios huevillos
son como cebollas
irrealmente blancas
blanco limpio que jamás
ha tocado el aire
al extirparlo aparece
como una fruta
sus capas son duras
una piedra amarrada
con la cola verde
hojas tiernas de un brote
que pueden alcanzar
los veinte metros en el cielo
todo perímetro por dentro de la tierra
las contiene.
Todos manejamos el idioma
gestado dentro de la artesa
las hojas acumuladas
lo han tapizado
la llave que antes bañara
los plásticos juguetes
estancada en su óxido
brilla bajo un montón de ramas
que patinaron desde la palmera
sí intentamos abrirla
podría no volver a cerrarse jamás.
Ha crecido imparable
hasta que sus escamas bajas se ablandaron
y las de arriba ya están rojas.
Fuerza contra la pared más antigua,
batalla
tensa el centro que sujeta
el equilibrio del cemento
acuesta en el techo sus ramas
La palmera ha superado la altura
que bordea el miedo
los dátiles se acumulan dulcemente
formando una gruesa capa
desde allí gorjean las palomas
con ellos en el pescuezo
el cuello volteado
miran, y realizan
un aleteo
se montan groseras
una encima de la otra
formaron nido, se unieron al entretecho
tuvieron descendencia
volaron varias generaciones
hacia la pared más antigua.
El tronco se ha curvado en busca
de encontrar su propio peso
su raíz cebollea por debajo
encuentra el tope de la casa
le cosquillea, va a caer.
Refrenado entre dos horizontes
comprimido dentro del muro el destino
sería
encontrar en una textura pálida el silencio encajonado
Así es el material del hombre,
apresurado
contando los segundos del fragüe.
De todo aquello, quedó sólo su estructura;
se acoplaron las paredes rodeando el cuerpo.
De esta forma se puede sostener en un guante
el insecto que deja la ciudad.
quedaron los puros huesos,
construyéndose entre los dedos.
Se abrió el primer botón
de lo podado hasta ayer
El amanecer tras la muerte
entre los brazos cortados
ninguna cosa se asienta de igual forma
cuando un objeto desaparece.
Este año el rosal
ha abierto un hueco para observar la silueta perdida,
una rama mocha se despide con lo que le falta.
Ninguna hoja recortada
podrá retornar a su figura.
Silvana Gonzalez Vasquez (Limache, 1995). Toda su vida la ha pasado en la provincia de Peñablanca, salvo los últimos años que estuvo en Valparaíso. Estudió Licenciatura en Artes, y siguió su camino por las letras. Fue seleccionada para el taller de poesía de la sebastiana 2019, como también en el TIP de librería concreto azul, en donde fue invitada a participar en el festival de poesía Maraña y publicada por Alquimia. También participó del LET 2019 en donde su texto abre el libro compilatorio y cuya instancia le abrió el camino para actualmente trabajar haciendo reseñas en web plataforma critica del BAJ Valparaiso. Le gusta mucho hablar de su entorno, y le interesa la cultura visual de la ciudad en general.